Para ser nuestra mejor versión, no necesitamos ganar mucho, pero sólo tenemos que asegurarnos de no perder lo que ya tenemos: nuestras cualidades. Por lo general, nuestro comportamiento se convierte en un reflejo de la forma en que alguien se comporta con nosotros. Si son buenos, nosotros somos buenos. De lo contrario, nos volvemos negativos hacia ellos.
Pero al copiar sus acciones, nuestras propias cualidades no deberían desaparecer. ¿Te desanima a menudo el declive de los estándares morales en el mundo? Cuando usas tus virtudes en tus interacciones con alguien, y esa persona apenas responde positivamente, ¿sientes ganas de copiar su comportamiento? ¿Has renunciado a algún valor sólo porque las personas que te rodean no lo practican?
Cada vez que copiamos el comportamiento incorrecto de alguien, nos alejamos de nuestras virtudes. Al final renunciamos a nuestras cualidades. Nuestros valores, cualidades, principios y ética son nuestra fuerza. Aferrémonos a ellos. Aunque nadie a nuestro alrededor los utilice, e incluso aunque los demás piensen que los valores no funcionan, no los abandonemos.
Otras personas pueden tener un conjunto de cualidades totalmente diferente del que tú quizás carezcas. Solo asegúrate de utilizar tus valores, siempre y en todo momento, con todo el mundo. Recuérdate a ti mismo: utilizo mis virtudes siempre y en todo momento, independientemente de las situaciones y las personas que me rodean. Mis valores reflejan mi poderosa personalidad.
En cada paso de tu vida, empieza a asegurarte de que, si algo es tuyo, fluya de ti a todos, en todas las situaciones. No esperes que los demás lo tengan y no te rindas sólo porque no lo tengan. Recuérdate a ti mismo: mis cualidades son mis activos. Las irradio en todo momento. Mis valores fluyen, independientemente de las personas y las situaciones.
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