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El daño al ego. Parte 1

Casi a diario nos enfrentamos a situaciones en las que alguien nos dice algo que percibimos como desagradable, o que simplemente elegimos sentir de esa manera. Independientemente del caso, la experiencia suele resultar en sentimientos de ofensa y enojo. A veces reaccionamos y expresamos nuestras emociones; otras veces las reprimimos. Sin embargo, el resultado es el mismo: una disminución de nuestra felicidad.

¿Por qué ocurre esto? Porque hemos creado una imagen mental de nosotros mismos con la que nos identificamos profundamente y a la que nos apegamos. Cuando la percepción que alguien más tiene de nosotros no coincide con esa imagen, lo interpretamos como un insulto, y el enojo se activa como una respuesta emocional automática.

Mientras la percepción de los demás esté alineada con la imagen que hemos construido de nosotros mismos, nos sentiremos cómodos y satisfechos. Pero tan pronto como esa percepción difiera, aunque sea mínimamente, experimentaremos malestar. Esta incomodidad surge del apego que sentimos hacia nuestra propia imagen. Cuanto mayor sea ese apego, mayor será el dolor, la perturbación o la reacción negativa.

Este proceso interno, que puedes observar con atención en tu vida diaria, es una manifestación del ego. Por eso, cuando nos referimos al "daño al ego," hablamos de las heridas emocionales causadas por la discrepancia entre la percepción externa y la identidad que hemos adoptado.

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