Cuando nos sentimos heridos, especialmente por personas importantes en nuestras vidas, con las que compartimos un vínculo estrecho, a menudo nos sentimos emocionalmente debilitados y sentimos que nuestra valía ha sido puesta en duda en tales situaciones. Esta debilidad que se crea provoca un vacío dentro de nosotros mismos.
Desde una perspectiva espiritual, nuestros temores de pérdida emocional en el futuro y más dolor nos convencen de aferrarnos a la ira y al resentimiento, y por lo tanto mantienen vivo el dolor. ¿Por qué nos resulta tan difícil perdonar a los demás? En el proceso de crear dolor, a menudo nos identificamos en exceso con la persona que nos ha hecho daño. Queremos aferrarnos a la otra persona como prisionero, sin saber que, como resultado de llevar el dolor, también nos encarcelamos en la situación.
En situaciones de dolor, a menudo perdemos la conciencia de nuestra forma original como una magnífica alma pura. Deberíamos recordar que, como almas puras, nuestro verdadero hogar es un mundo espiritual, el mundo del alma. Descendemos del mundo del alma y entramos en el ciclo de usar y despojarnos de diferentes trajes físicos o cuerpos en cada nacimiento.
Creamos muchas cuentas kármicas negativas con muchas almas en el camino de diferentes relaciones al herirlas en ocasiones. Permanecer en la conciencia del alma hace que sea fácil recordar que cada situación en la que alguien nos ha hecho daño, tiene el propósito de saldar viejas cuentas kármicas creadas por mí en el pasado y no es accidental por naturaleza . Es sorprendente cómo todo cambia cuando miramos la situación con esta perspectiva diferente y nos resulta más fácil perdonar.
En muchos sentidos, el arte del perdón es como mezclar un nuevo color a partir de colores que ya existían en la paleta de nuestra naturaleza, como la paz, el amor y la verdad. Estos colores se llenan de creatividad, armonía y equilibrio cuando se aplican con pinceladas frescas y se mezclan en un lienzo no preparado de nuestra mente y se les da un hermoso color de perdón.
Al igual que en un cuadro, donde no puede haber una fase final, en las relaciones tampoco alcanzamos un estado final perfecto y nos quedamos allí eternamente. El perdón es mucho menos una acción o un acontecimiento puntual y es más como un círculo, un desarrollo continuo. Es un círculo sin ira ni amargura, pero donde hay alegría y verdad.
Podemos elegir participar en él.
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