En un mundo en el que la identidad es adictiva, nos gusta atraer la atención de la gente hacia nosotros, nuestros logros, posesiones y estatus. Nos exhibimos, nos autopromocionamos y buscamos los elogios de los demás. Una cosa es poseer todos los lujos y alcanzar un alto estatus, pero otra muy distinta es alardear de ello. Alardear habla el lenguaje de los ganadores y los perdedores. La modestia habla el lenguaje de la humildad y la igualdad.
1. Aunque quieras ser modesto o humilde, debes comprobar si lo estás aplicando en tu vida diaria. Además, ver a otras personas presumiendo aspectos exitosos de su vida en las redes sociales puede ser tentador para ti a hacer lo mismo.
2. Para fortalecer la modestia, comienza por respetar todo lo que hay en su vida: personas, animales, plantas, objetos. Aprecia que nadie es más importante que otro. Demuestra gratitud y cuidado por todos ellos por igual.
3. Valora todos los recursos y úsalos con moderación, ya sea agua, electricidad, dinero, comida, ropa. Separa tus necesidades de tus deseos. Esfuérzate por satisfacer tus necesidades y vivir cómodamente. Demuestra control sobre tus deseos o anhelos infinitos.
4. La modestia no significa pasar por alto el éxito o renunciar a las comodidades. Reconoce tus fortalezas y éxitos, ten confianza en ti mismo, pero no presumas. Haz lo mejor que puedas y sé humilde, dando crédito a quien lo merece. Ofrece todo tu éxito y reconocimiento a Dios, no lo consumas y te vuelvas egoísta.
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