Cuando sentimos un dolor emocional intenso, nos cuesta expresar el verdadero poder de nuestra alma y experimentar nuestra energía de amor. Si nos encontramos en una situación que nos causa dolor, necesitamos retirarnos de la emoción y estabilizar la mente.
- Él/ella ya no me ama y por eso siento dolor.
- Las cosas ya no son como antes
- La compañía de esta persona ya no me da el consuelo que antes me daba.
Una vez que comprendemos el desencadenante externo, debemos realizar la siguiente verificación sutil que es un poco más profunda:
- Si una persona que nos amaba ha dejado de amarnos, ¿su comportamiento desencadena nuestro dolor? ¿O es nuestra propia expectativa y deseo de que esa persona nos ame?
- ¿Aceptamos los cambios o los resistimos?
- ¿Hemos empezado a sentirnos cómodos viviendo en el dolor al culpar a otras personas, un tanto adictos o apegados a estas emociones durante un período de tiempo?
Sabemos por experiencia propia que hasta la relación más hermosa puede convertirse en un instante en una fuente de sufrimiento. La verdad es que nosotros elegimos sufrir, la otra persona no puede causarnos sufrimiento. Nadie puede herirnos emocionalmente. Permanecemos en las garras del dolor cuando nuestras expectativas no se cumplen.
La práctica espiritual, como la meditación, nos da la positividad y el poder de aceptar todo como si lo hubiéramos elegido. Nos enseña a aceptar primero a las personas como son y luego a tomar las medidas correctas. También nos conecta con la fuente del amor puro: el amor incondicional de Dios.
Esta conexión nos ayuda a sanar nuestros bloqueos emocionales para que nuestro amor y respeto por las personas comiencen a fluir de forma natural.
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