Para concluir, todos sabemos que cada individuo es inherentemente bueno. Existe en cada uno un matiz de personalidad incorrecta o impropia, por leve que sea. También sabemos que este matiz no estaba originalmente presente en el alma, sino que es adquirido. Además, la persona con ese matiz negativo, en la mayoría de los casos, se da cuenta de él en momentos de silencio y autorreflexión, y se esfuerza por eliminarlo para no causar incomodidad ni tristeza a nadie. Junto con los matices negativos, cada persona posee muchos rasgos positivos de personalidad que constituyen sus fortalezas.
Ahora bien, cuando intercambiamos energías negativas con esa persona, ¿qué hace una persona espiritualmente sensata? Ser consciente de esos ligeros matices de negatividad de la otra persona, que se manifiestan en ese momento. Pero al mismo tiempo, se centra en los muchos matices positivos de la personalidad del otro, matices que puede haber visto o escuchado de otros muchas veces en el pasado. Además, la comprensión de que incluso yo tengo mi cuota de matices negativos que estoy tratando de eliminar, hace que esta visión sea fácil de practicar.
Practicada con constancia, esta visión positiva, acompañada de una profunda apreciación de las cualidades positivas de la personalidad de la otra persona, es misericordia en acción. Esta misericordia es una sombra de puro amor de alma a alma.
Esta apreciación facilita que los demás reflexionen y vean qué necesitan hacer para cambiar. Pero el primer impacto de esta apreciación es en mí, al mantenerme libre de pensamientos negativos y destructivos.
Por lo tanto, apreciar las fortalezas del otro en mi mente y hacerlas emerger en mi conciencia en esos momentos es muy importante, ya que esto no solo mantiene limpia mi percepción, susceptible a la influencia negativa en ese momento, sino que también llega a la otra persona a nivel energético.
Además, se siente inspirada y empoderada para poner en práctica esas fortalezas, contribuyendo así a poner fin al intercambio de energía negativa. Esto es la espiritualidad en su máxima expresión.
No solo habré eliminado una fuente de dolor, que en este caso es la sombra negativa de la personalidad del otro, que se manifiesta; también habré crecido espiritualmente.

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