Cuando una situación no te sale como quieres, ¿la consideras un problema, una crisis, un caos o una desgracia? En realidad, es solo una escena de la vida, destinada a ser como es. Pensar en lo que ya sucedió solo porque no cumplió con tus expectativas destruye tu capacidad interior para sobrellevarlo. Cualquier situación no es realmente el problema; nuestra percepción la convierte en un problema. La situación es tan grande como nuestra mente la percibe. A menudo irradiamos energía negativa al culpar, juzgar, cuestionar o intentar controlar la situación, que en realidad no está bajo nuestro control. Aceptar lo sucedido silencia la mente.
Nuestra eficiencia y capacidad de decisión aumentan. Empezamos a ver soluciones y nuevas posibilidades en la quietud de nuestra mente. Nuestra calma influye en la situación y la controla. Centrémonos siempre en lo que sí está bajo nuestro control: nuestra respuesta. Resuelve la situación y, si no se puede hacer nada, acéptala con dignidad. Recuerda: asumo la responsabilidad de mi estado mental, independientemente de los factores externos. Soy dueño de mi mente y dueño de mis situaciones.
Hemos alcanzado tantos logros a lo largo de los años, desde la infancia, de los que estamos realmente orgullosos. Seguramente nos hemos enfrentado a muchos desafíos en el camino para alcanzarlos. Puede que haya habido dificultades, interrupciones o desacuerdos. Recuerda todos esos momentos para ver cómo los superaste.
Notarás que cuando te centraste en las soluciones, obtuviste mejores resultados que cuando te centraste en el desafío en sí. Así que, ya sea un problema de salud, de relaciones, de un proyecto o de finanzas, cultivemos un enfoque orientado a las soluciones. No evites ni demores los desafíos. Como solucionador de problemas, empiezas a convertir los sueños en metas y las metas en realidad. Puedes afrontar cualquier obstáculo con tu mentalidad orientada a las soluciones.
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