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Pequeñas dosis de sabiduría para grandes momentos de insensatez. Semana 7


El día que salí a la calle, ejerciendo el derecho que me otorgaba la restricción “pico y cédula” establecida por el gobierno local, estaba en el supermercado haciendo fila para pagar y mientras guardaba la distancia establecida por las rayitas pintadas en el piso, aproveché para desarrollar mi agenda del día con los pensamientos transformadores que había definido la semana anterior. Luego de unos minutos en esta reveladora conversación interior, escuché la expresión de mi vecino inmediato de fila, que por celular le decía a su interlocutor: “seguro se le corrió la teja, se la pasa hablando solo, diciéndose cosas él mismo”.

De ahí en adelante, el hilo de mi conversación interior se interrumpió mientras que el de mi vecino se enredó. Lejos de mi agenda de pensamientos transformadores, así como también de la caja para pagar, vino a mi mente la imagen de tantas personas que he visto por redes sociales hablando solas, bailando solas, etc…  y me dije: “siendo así, el coronavirus nos desentejó a muchos, nos colocó en un “alto grado de locura”…

-“¡La siguienteee!” sonó como un coro de compradores desafinadamente gracioso, indicándome que por fin había llegado mi turno de pagar. Aunque sólo le dije “Hola, buenos días” a la cajera y aunque las dos teníamos puesto el tapabocas hasta la nariz, nuestras miradas se encontraron en la complicidad de la risa que a ambas nos produjo ese efímero coro; y fue suficiente para iniciar una interacción amable, cordial, comprensiva, de respeto y buenos sentimientos mutuos, que perduró hasta cuando dejé el lugar. 


Me fui caminando con la bolsa de la compra en la mano, mientras sostenía en mi corazón la plenitud y alegría de haber tenido un encuentro muy espiritual, de alma a alma, con aquella persona que física y literalmente desconocía  pero que justo acababa de reconocer como un ser pleno de calidez, amabilidad, diligencia, cooperación… Nuestros ojos achinados, revelaron las sonrisas del alma y fueron más allá de lo que físicamente pueden ver, dando paso a las profundidades de lo verdadero y esencial que ellos revelan: la energía espiritual que somos. Y la forma en que interactuamos, expresó la belleza interior que cada uno es, como ser espiritual, que luego se convierte en pensamientos y da paso a los sentimientos y actitudes.

Así elaboré el sexto principio:

MI   DECÁLOGO  DE PAZ Y FELICIDAD


Re-defino y refino mi lenguaje
Como ser espiritual, dispongo del lenguaje más rápido y poderoso que pueda existir: el de los pensamientos, los sentimientos y de los ojos. El interruptor que los hace disponibles: la conciencia.
Es un lenguaje tan sutil, que necesito revisarlo constantemente para asegurarme que lo estoy  usando apropiadamente: Mantengo en mi conciencia mi identidad espiritual; reviso continuamente la clase de pensamientos que estoy teniendo; observo y registro los sentimientos que estoy experimentando; reconozco el impacto de mi visión espiritual: transformadora, pura y positiva, que eleva y dignifica.

Y aquí un ejercicio práctico: 


Por: Dora Lucy Guarín

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