En estos días de permanencia en casa es entretenido revisar recuerdos de
felices momentos vividos antaño, así me acorde de un viaje a San Agustín
–Colombia- a explorar la riqueza de esa cultura antepasada.
Algo que me impresionó en aquel tiempo fue la escultura de un
guerrero-guardián denominada Doble Yo, una figura masculina que en su parte
superior tiene otra figura humanoide y que ha sido analizada de muy diferentes
maneras por los estudiosos de la antropología como protectores y vigilantes
o ayudantes de los dioses de la cultura, esta imagen la adopto la Sociedad
Colombiana de Psiquiatría como una opción de representación indígena
del superyó o de rasgos de una doble personalidad.
Este también ha sido un tiempo de lectura del libro El Carrusel del Tiempo,
de Ken O’Donnell, donde detalla las carencias de las explicaciones científicas
y religiosas a nuestra existencia, las cuales son teorías no comprobadas, y
presenta el modelo de trascendencia del origen del ser humano de Brahma
Kumaris, en el cual la conciencia individual tiene un papel clave en la
creación y percepción de la realidad, a la vez que la vida existe y el universo
físico se adapta a ella, así materia y conciencia están involucradas en una
danza que no tiene principio ni final y en la cual pasan por diferentes
estados, desde un momento de plenitud hasta un momento de agotamiento.
Conectando todo lo anterior puedo afirmar que creo que las antiguas
civilizaciones sabían más de lo que creemos de ellos actualmente, sólo que nos
quedan pocos rastros para conocerlos y creo que su sabiduría podía ir más allá
de lo que los antropólogos y psiquiatras nos han expuesto, en este caso.
Así es muy probable que los indígenas de San Agustín supieran que
estamos compuestos de alma y cuerpo, energía espiritual y energía material, y
que el alma es la que maneja todo lo que hace el cuerpo, el alma expresa sus
valores profundos a través del cuerpo, el alma, la energía sutil y divina,
constituye un matrimonio indisoluble con la energía material de los cinco elementos
que componen el cuerpo.
Y tal vez, también reconocían que el alma se mantiene en una guerra
permanente entre su luz y su oscuridad, angelitos a ratos y diablitos a ratos,
la luz y la sombra, la doble personalidad del bien y del mal que reside en cada
uno y que es la batalla a dar cada día de la vida hasta obtener la mejor
versión de uno mismo.
Hoy espero que los lectores estén aprovechando la oportunidad del tiempo
para la reflexión sobre el quien soy y si estoy satisfecho con quien soy o si
puedo esforzarme por ser una mejor versión de mí, un yo más auténtico, un yo
más consciente de mi rol en la familia y en la sociedad en la que me
desenvuelvo, un yo más pleno y más realizado del que pueda estar muy orgulloso,
un yo libre de condicionamientos sociales y de mensajes parentales, libre
de creencias toxicas y auténtico en el ser de bondad que siempre se asoma en el
interior hermoso de cada ser humano del mundo.
Los mejores deseos por el éxito de su reflexión queridos lectores.
Por Elsa María Fríes
Arquitecta de profesión y vinculada al mundo académico, ha practicado la
meditación Raja Yoga por más de 20 años, lo que para ella es un complemento
entre sus dos mayores intereses.
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