Todos conocemos a alguien que posee un gran conocimiento pero que no da la impresión de ser sabio. El conocimiento es un conjunto de datos o información almacenada en la mente. Nuestro intelecto luego recorre la base de conocimientos, utiliza solo la información útil y la aplica sabiamente en cada situación.
El conocimiento consiste en acumular hechos e información, mientras que la sabiduría consiste en utilizar el juicio para aplicar ese conocimiento en las situaciones de la vida. Esto significa que el conocimiento es un regalo que nos llega con una gran responsabilidad: procesarlo, aplicarlo en la vida y convertirlo en sabiduría.
La sabiduría nos muestra cómo pensar y cómo vivir correctamente.
1. Medita cada mañana durante 15 minutos y estudia el conocimiento espiritual cada mañana durante 15 minutos, para llenar la mente con el conocimiento de Dios. A partir de entonces, tu mente pensará correctamente y percibirá cada situación con claridad. Tus elecciones y decisiones se basarán en la lógica y el razonamiento.
2. Discrimina lo que está bien o mal, basándote en tu sabiduría interior. No utilices información adquirida, opiniones de otras personas o sistemas de creencias creados por la sociedad. Pueden ser adecuados o no para ti. Haz la pregunta, silencia tu mente y espera a que tu intelecto te dé respuestas.
3. El proceso de búsqueda y obtención de la sabiduría es un esfuerzo que dura toda la vida. Cuanto más la consigas, más profundas serán tus cualidades internas de humildad, honestidad, amor, compasión, verdad y valentía. Éstas te ayudarán a mantenerte fiel a tus principios y a defender lo que es correcto en todo momento.
4. Cuando leas o escuches mensajes profundos en los medios de comunicación o en las redes sociales, no te quedes asombrado por ellos. Pregúntate: ¿Qué relevancia tiene para mí? y aplícalo en tus situaciones. Absorber conocimientos lo convierte en tu propia sabiduría, tu verdad y en parte de tu personalidad
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