La revelación más poderosa que podemos experimentar es la de nosotros mismos.
Ha pasado tanto tiempo desde que estuvimos totalmente abiertos y más allá del miedo a la posibilidad de daño, que mantenemos nuestro corazón y nuestra mente ocultos del mundo.
La autorrevelación no es una especie de actuación o la búsqueda de atención, es el resultado de la curación de nuestros corazones rotos, es el resultado de muchos períodos de introspección y meditación en los que hemos visto quiénes y qué somos realmente, como opuesto a quién y qué otros han tratado de hacer de nosotros.
Somos capaces de abrirnos y revelarnos verdaderamente cuando vemos que todas nuestras heridas, todo nuestro dolor, fue auto infligido.
Eso no es fácil de ver, no es fácil de aceptar, pero cuando lo hacemos, nos damos cuenta de que nadie puede lastimarnos a menos que se lo permitamos.
Pueden dañar nuestro cuerpo, pero no nuestra mente, a menos que les demos permiso.
Esta realización interna nos permite estar cómodos, sin amenazas, seguros en momentos de autorrevelación.
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