El deseo de perfección trae consigo la capacidad de seguir aprendiendo de todas las situaciones.
Hay algo nuevo que aprender y por eso no hay otros deseos.
Dado que la mente está ocupada con la consecución de la perfección, no hay tiempo para el desperdicio y la negatividad.
El amor por la perfección me hace experimentar un progreso constante.
No pienso en lo que tengo que conseguir, sino que sigo alcanzando en cada momento y en cada situación.
Entonces soy naturalmente libre de todos los demás deseos.
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