1. No absorber: Es fácil absorber y recrear la energía negativa de los demás, especialmente si nos la tomamos como algo personal. El mejor ejemplo de la vida real es ver televisión y estar expuesto a otros medios de comunicación. Ahí es donde muchas personas se dejan absorber por el drama ajeno y recrean sus estados emocionales. Y luego, al salir a la vida real, se ven condicionadas a juzgar y percibir a los demás de esa manera, generando su propia energía negativa hacia ellos.
2. No reflejes: Si les devolvemos energía negativa, ¿qué harán? Probablemente nos la devuelvan. ¿Y qué haremos nosotros? Se la devolvemos. Y así sucesivamente. Se llama el ding dong de las relaciones. ¿Y cuánto dura? A veces, años en las empresas. A veces, toda la vida en las familias.
3. Transformar: Cada uno de nosotros tiene la capacidad de transformar la energía. Cuando el niño hace una rabieta, ¿la madre se la devuelve? No, ella acepta la energía del estado de ánimo del niño, la recibe, la transforma y le devuelve amor en forma de comprensión, empatía o apoyo. Entonces, si podemos hacerlo con los niños, ¿por qué no con todos? Alguien tiene que romper con el ciclo repetitivo y con lo que suele convertirse en una creación y proyección habitual de energía negativa. En cualquier relación, seamos nosotros quienes transformamos y devolvemos energía positiva.

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