La ciencia moderna reconoce el campo energético del pensamiento, pero la sabiduría espiritual enseña desde hace mucho tiempo que nuestros pensamientos no son eventos aislados, sino que irradian al entorno. Cuando la vibración de la mente humana se carga de estrés, ira o desesperanza, influye silenciosamente en el aire que respiramos, el agua que consumimos y la tierra que nos nutre.
En la práctica espiritual, aprendemos que cada pensamiento es una semilla. Contiene poder. Puede elevar o debilitar. Y así como las emisiones tóxicas contaminan la atmósfera, los pensamientos tóxicos contaminan el campo energético sutil que rodea la Tierra. Por el contrario, un pensamiento de paz, amor o perdón es como una brisa de energía sanadora, que se siente, aunque no se vea.
Por eso, las enseñanzas espirituales hablan de los pensamientos como una forma de contribución al medio ambiente. No solo lo que hacemos, sino lo que pensamos, sentimos y mantenemos en la conciencia: todo importa.
¿Son tus pensamientos elevados?
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