En el conocimiento espiritual, restaurar la armonía con la naturaleza comienza por restaurar las cualidades originales del alma. Estas son: paz, amor, pureza, poder, dicha y sabiduría. Estas cualidades internas se consideran naturales en cada alma, aunque a menudo se olvidan en el ajetreo de la vida diaria.
Cuando la atención se dirige hacia el interior, a través del silencio, la meditación o la autoconciencia, comienza algo suave pero transformador. La mente se calma. La calidad del pensamiento mejora. Y esta claridad interior comienza a influir en el habla, la acción y, finalmente, incluso en el entorno. La energía que irradiamos se vuelve más vital, más alineada con el mundo natural.
Esto no es abstracto. Así como la contaminación de un solo río afecta a todo un ecosistema, un solo pensamiento, repetido con suficiente frecuencia, tiene el poder de cambiar (elevar o drenar) las vibraciones del planeta.
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