Hoy en día hacemos mucho para mantener felices a nuestros seres queridos. A pesar de los regalos caros, las vacaciones, las compras y las cenas fuera de casa con frecuencia, nuestras relaciones se están debilitando.
Esto se debe a que las relaciones se construyen con cada uno de nuestros pensamientos hacia la otra persona, en lugar de con nuestras palabras y comportamientos. ¿Cómo se evalúa la fortaleza de una relación? ¿Se basa en cómo te habla la otra persona, o en cómo respondes tú, o en el tiempo que lleváis juntos?
La forma más sencilla de evaluarlo es hacer un balance de vuestros patrones de pensamiento mutuos. Nuestros pensamientos determinan cómo nos vinculamos. Pensar correctamente con las personas es más importante que hablar o comportarnos correctamente. Si albergamos dolor o enojo hacia ellas en nuestros pensamientos y decimos palabras dulces, irradiarán energías conflictivas que debilitarán nuestra conexión.
Si no prestamos atención, juzgamos o culpamos a las personas sin darnos cuenta e irradiamos energía negativa. Es por eso que no logramos desarrollar buenas relaciones con algunas de ellas a pesar de los esfuerzos externos por ser amables. Cuando aprendemos a centrarnos en la bondad de las personas y a pensar con pureza por ellas, no necesitamos preocuparnos por nuestras palabras o comportamientos con ellas: automáticamente serán correctos. Recuérdalo: tengo relaciones perfectas.
Cada pensamiento que tengo hacia las personas es una bendición para ellas.
Programa tu mente para crear relaciones sólidas basadas en pensamientos puros y respetuosos hacia las personas.
Deja que tu pureza fluya hacia todas tus relaciones. Cuando tus interacciones se basan en pensamientos de amor y cuidado, tus poderes de tolerancia, adaptación y compasión aumentan. Recuérdate a ti mismo: soy un ser puro.
Pienso bien y bendigo a todos en mis relaciones.
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