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Deja de correr la carrera… disfruta el momento presente (Parte 2)

 


Deja de correr la carrera… disfruta el momento presente (Parte 2)

En realidad, la felicidad y el éxito están profundamente interconectados. Ambos comparten un aspecto común: no se pueden perseguir. Si practicamos la conciencia del alma, surge el pensamiento de que los sentimientos de haber logrado tanto el éxito como la felicidad deberían ser el resultado de nuestra dedicación personal a algo más grande que el ser físico. Las situaciones que encontramos en esta vida, que también se deben a nuestras acciones pasadas, a menudo están escritas de manera diferente a lo que deseamos. Las raíces del descontento humano residen en el hecho de que las situaciones a menudo se desarrollan de forma natural y no tienen en cuenta los deseos humanos. Son aleatorios y diferentes a lo que queremos establecer a través de nuestras metas. Sin embargo, en tales circunstancias, es importante ser consciente de que tenemos la opción de crear algo hermoso a partir de situaciones tan inesperadas, que puede ayudar a construir los mundos internos de nuestras mentes, que es la satisfacción en la vida, mientras abrazamos la alegría de crecer en cada momento. Es, por tanto, una elección alcanzar la felicidad logrando el control sobre los contenidos de nuestra propia conciencia.


En el mundo moderno, la riqueza, el estatus y el rol se han convertido en importantes símbolos de felicidad. Pueden ser bendiciones genuinas e importantes, pero sólo si nos ayudan a sentirnos alegres. Es importante comprender cómo podemos crear esfuerzos conscientemente para alcanzar estos objetivos y, al mismo tiempo, permanecer felices y contentos en el momento. El éxito materialista es sólo un aspecto de la vida. Hay muchas otras dimensiones de la vida que pueden darnos alegría y satisfacción. Esta conciencia puede liberarnos de volvernos adictos a la atención y la aprobación de los demás que a menudo acompañan el éxito en un nivel materialista. Para superar el estrés de la vida moderna, primero debemos volver a experimentar nuestra virtud original de la felicidad. Podemos hacerlo definiendo qué es realmente importante para nosotros y qué no lo es. Entonces podremos encontrar disfrute y propósito en nuestras acciones y aprender a recompensarnos a nosotros mismos, independientemente de su importancia social y de las circunstancias externas.

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