Por Marcelo Bulk
No conozco a nadie que real y sinceramente no quiera cambiar su vida en algo más significativo, feliz y pacífico.
Sin embargo, conozco a muy pocas personas que logran realizar ese cambio. La mayoría del planeta sigue el curso trazado para su vida, como si una deidad estuviera determinando lo que vivir, con quien casar, qué pasará con sus hijos, trabajo y hasta la fecha de su muerte.
Y en el corazón de este gran fracaso como humanos, de realmente no querer abrazar el cambio necesario, hay una palabra clave: miedo.
Estoy de acuerdo que muchas otras cosas pueden influir en no realizar su propio cambio, como los deseos, recursos disponibles o la presión social. Pero si piensas de forma profunda y reflexionas sobre por qué no hiciste el cambio que realmente quisiste realizar, el que tenías seguro que funcionaría, encontrarás el miedo escondido en un rincón oscuro del alma.
No es fácil afrontar el miedo, especialmente cuando es el que te impide salir de la ruta de tu destino. Después de todo, bueno o malo, el destino es una zona de confort... Si es bueno, no verás necesidad de cambiar; por ejemplo, si ganas US$ 90.000 al año en un trabajo que no te satisface, ¿lo rechazarías para ganarse US$ 20.000 al año, en un trabajo increíblemente satisfactorio? Si tu destino es malo, generas una armadura de excusas y culpas que te protegen de todo riesgo, y te conviertes en la dulce víctima del drama de la vida.
Afrontar el miedo es cambiar la vida cómoda de los US$ 90.000 por algo retador, o rechazar el papel de víctima y crear una nueva vida. Eso requiere mucha valentía...
Pero la recompensa de los que hemos osado desafiar el destino es dulce, muy dulce. Aunque no de forma inmediata, sientes algo en tu ser que no podrías sentir de otra manera. Es la recompensa de estar cumpliendo un propósito de vida, de estar construyendo gradualmente tu visión de futuro e ir saboreando el logro y la conquista.
Es increíble lo que te espera al otro lado del miedo. Vamos, dame la mano, y te ayudaré a cruzar ese abismo y ser lo que siempre quisiste ser, lo que naciste para ser.
Sin embargo, conozco a muy pocas personas que logran realizar ese cambio. La mayoría del planeta sigue el curso trazado para su vida, como si una deidad estuviera determinando lo que vivir, con quien casar, qué pasará con sus hijos, trabajo y hasta la fecha de su muerte.
Y en el corazón de este gran fracaso como humanos, de realmente no querer abrazar el cambio necesario, hay una palabra clave: miedo.
Estoy de acuerdo que muchas otras cosas pueden influir en no realizar su propio cambio, como los deseos, recursos disponibles o la presión social. Pero si piensas de forma profunda y reflexionas sobre por qué no hiciste el cambio que realmente quisiste realizar, el que tenías seguro que funcionaría, encontrarás el miedo escondido en un rincón oscuro del alma.
No es fácil afrontar el miedo, especialmente cuando es el que te impide salir de la ruta de tu destino. Después de todo, bueno o malo, el destino es una zona de confort... Si es bueno, no verás necesidad de cambiar; por ejemplo, si ganas US$ 90.000 al año en un trabajo que no te satisface, ¿lo rechazarías para ganarse US$ 20.000 al año, en un trabajo increíblemente satisfactorio? Si tu destino es malo, generas una armadura de excusas y culpas que te protegen de todo riesgo, y te conviertes en la dulce víctima del drama de la vida.
Afrontar el miedo es cambiar la vida cómoda de los US$ 90.000 por algo retador, o rechazar el papel de víctima y crear una nueva vida. Eso requiere mucha valentía...
Pero la recompensa de los que hemos osado desafiar el destino es dulce, muy dulce. Aunque no de forma inmediata, sientes algo en tu ser que no podrías sentir de otra manera. Es la recompensa de estar cumpliendo un propósito de vida, de estar construyendo gradualmente tu visión de futuro e ir saboreando el logro y la conquista.
Es increíble lo que te espera al otro lado del miedo. Vamos, dame la mano, y te ayudaré a cruzar ese abismo y ser lo que siempre quisiste ser, lo que naciste para ser.
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