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Superar las presiones mentales y el estrés (Parte 2)


¿Podemos experimentar la libertad sólo cuando hay ausencia de presión exterior? Nos sentimos presionados por muchos lados. En el trabajo, sentimos la presión de realizar tareas según pautas fijas de sistemas establecidos y dentro de límites de tiempo, de mantener nuestro desempeño según las expectativas de los demás y tan bueno como el desempeño de nuestros colegas. En las relaciones sentimos la presión de experimentar el éxito en ellas, de satisfacer a los demás y ganarnos su respeto. En los estudios, sentimos la presión de tener que sobresalir en ellos, no sólo porque eso es fundamental para construir nuestro futuro sino por el deseo de ser vistos de manera positiva por los demás. 

Sentimos la presión de tener que ganar cada vez más dinero para satisfacer las necesidades, comodidades y lujos de la familia y para mantener una determinada imagen en la sociedad. Cuando hay problemas en nuestra vida, sentimos presión cuando no somos capaces de resolverlos rápidamente o de la manera que queremos. El fracaso o su miedo, en cualquier ámbito de la vida, genera presión en nuestro interior. A veces experimentamos presión porque la mente no funciona como queremos o no somos capaces de transformar nuestra personalidad interior negativa en una positiva tanto como queremos. Cuando creemos que algo dañino puede suceder si no alcanzamos las metas y objetivos marcados a tiempo o de una determinada manera, nos sentimos presionados. Las enfermedades físicas o su miedo también pueden generar presión para algunos de nosotros. 



Y así la vida se convierte en un sinfín de presiones que rompen la velocidad y que aparecen una tras otra, inquietándonos y sin darnos tiempo para relajarnos. Cuando nos sentimos presionados, parece que las fuerzas vitales gobiernan nuestra vida y no nos sentimos libres. A largo plazo, 
este hábito repetitivo de crear sentimientos de presión y cargar con ese equipaje termina dejándonos agotados a nivel emocional y espiritual.

 

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