Por Elsa María Fríes
El despertar de la conciencia espiritual nos libera de mal-estares que hemos cargado por mucha vida y que se cultivan en los medio socio-culturales en los que nos desenvolvemos, son mensajes del inconsciente que nos manejan a todos en mayor o menor medida y que se pueden superar cuando el alma se hace consciente de sí misma y de todo su potencial.
Una enfermedad muy común tiene que ver con el apego a personas, lugares, cosas, ideas, y el sentimiento de que se perdieron o se pueden perder en el futuro. Detrás de este mal-estar están las creencias de que las personas, los lugares, las cosas nos pertenecen, que están para poseerlas, que podemos ser sus propietarios, que podemos perderlas y que estas creencias hacen parte de la naturaleza humana.
Cuando
padecemos esta enfermedad la mente se abarrota de pensamientos tales como: Eso
es mío... Este me pertenece… Soy dueño de …, además de pensamientos
fatalistas y hasta catastróficos ante el riesgo de que ocurra algo o que esté a
punto de perder algo o a alguien que valoro tales como: Acabo de perder…
Perdí… Qué pérdida tan terrible… Está a punto de ocurrir algo terrible…
Estoy seguro de que va a acabar mal…
Así el corazón se ve asaltado por actitudes miedosas, sentimientos de sufrimiento y emociones de preocupación, pena, tristeza, miedo e ira. Entonces se vuelve normal tener comportamientos reactivos, de víctima, tendencia a esconderse, a lamentarse, al malhumor, a vivir a la defensiva, a veces a actuar agresivamente, y siempre como protector.
Para sanar este mal-estar podemos instalar en la conciencia las creencias que corresponden a la verdal del alma, del ser espiritual que somos: Como ser espiritual no poseo nada ni a nadie, reconozco que el mundo ha normalizado el apego como amor. El apego induce al miedo por la pérdida de lo que creo poseer y es egoísta y condicional. Yo el ser espiritual soy amor incondicional, es mi estado natural, amo a todos los que me rodean en libertad y sin dependencia.
Todo viene y va en la vida, sentimientos, personas, lugares, cosas. Todo en la vida gira alrededor del núcleo silencioso e inmutable del ser espiritual que soy. Estoy centrado en mí, en la realidad esencial del ser interior. No tengo nada que perder, nadie ni nada es mío, desde mi centro elijo no sufrir cuando alguien o algo de lo que gira a mi alrededor no esté allí.
Sé que el miedo nace del desperdicio de pensamientos que crean una película catastrófica. Reconozco que no poseo lo que creo que puedo perder, nadie ni nada es mío. Como ser espiritual soy luz, soy energía y no puedo poseer nada, suelto el miedo y el apego. Todo llega a mi vida por un motivo y a todo doy mi agradecimiento cuando su tiempo en mi vida se agote.
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