Por Elsa María Fríes
Acostumbramos pensar que el mundo sería mucho más agradable si todos nos rigiéramos por valores humanos y espirituales elevados, pero es muy poco lo que hacemos para ayudar a que tales valores florezcan en nuestro hogar, comunidad y sociedad, el secreto para lograrlo es regir nuestra propia vida por los valores más elevados y hacerlo de tal modo que nuestros valores impacten positivamente al resto de la sociedad, así todo cambiaría mágicamente a medida que los valores enriquecen nuestras relaciones y aumenta nuestra capacidad para hacer que en nuestra vida y la de los demás sobrevengan cosas buenas.
De
hecho, los valores sólo adquieren importancia cuando los hacemos nuestros
conscientemente e intentamos vivir de acuerdo a ellos, los valores son guías
para la conducta y debemos dejar que arraiguen en nuestra mente, que florezcan
en nuestro corazón y se expresen en nuestras acciones, hasta que pasen a ser
parte constitutiva de nuestros pensamientos, de nuestro ser, y de nuestra
conducta.
A
fuerza de poner en práctica un valor de un modo constante, este se vuelve un
hábito y acabamos por expresarlo espontáneamente, estos buenos hábitos
son virtudes que nos colman el corazón, nos confortan y nutren
a los demás dando significado a lo que somos y hacemos.
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