Cuando eres niño sigues lo que dicen los mayores de forma natural. A medida que creces y aprendes, empiezas a sentir que puedes manejarte por ti mismo, y en algún momento reclamas tu libertad. Libertad de elegir, de ir y venir, de acceder a lo que tienes derecho, etc.
De pronto, un día, te dicen que te van a prohibir
esto y aquello, ¿la causa? Exceso o falta de
ejercicio, cierta clase de alimento o simplemente agua, normas y leyes. Y
lo aceptas aunque no de buena gana, de nuevo algo restringe tu libertad. Y así
continúas pasando o no por otras situaciones hasta hoy, cuando te han
restringido mucho más de lo que esperabas.
Todo esto en lo que respecta a la parte física de
tu vida y siendo ésta el resultado de tu forma de pensar y sentir vale la pena
revisar: ¿Qué libertades te has restringido tú mismo? O ¿De
qué o quién eres dependiente?
Partamos del principio de que cada ser es único,
con un papel único a desempeñar, entonces cuando quieres ser y parecer o hacer
exactamente lo que otros parecen o son o hacen, ya sea para complacerles o
porque es lo que se espera de ti, estás restringiendo tu libertad de ser, esto
es falta de autoestima; puedes ser auténtico y fiel a ti mismo haciendo lo que
se tiene que hacer, siguiendo tu línea de rectitud. De acuerdo, hay modelos a
seguir, pero son solo inspiraciones de lo que una persona puede lograr. Cuántos han perdido su propia identidad por
seguir a alguien y no piensan y deciden por sí mismos, totalmente dependientes,
han dejado su bienestar emocional en manos de otro.
Si cada vez que fallas no reconoces que puedes
cometer errores y creas excusa tras excusa, te estás volviendo cada vez más
dependiente de ese hábito de evadir la verdad, aceptar que no eres perfecto y
dar un paso de valentía para mejorar es liberarte.
Restringes tu libertad cuando tu bienestar
interior depende y está influido por las situaciones, como resultado te quejas
una y otra vez por esto y aquello, así estás cerrando los ojos a tu capacidad
de ajuste y resiliencia.
Otra circunstancia en la que podemos tener una
visión algo equivocada es cuando queremos ser independientes y vivimos solos.
El ser humano está hecho para convivir y pertenecer. Que todos necesitamos
nuestro espacio es una verdad indiscutible, pero decidir aislarse no es sano.
El equilibrio entre tu manera de vivir tu vida y el amor que seas capaz de dar
a los demás, representado en lo que des de ti, te libera del ego individual.
Ensaya a ser dependiente de Dios el Ser Supremo,
Ala o como quieras llamarle, Él siempre
puede ser tu soporte y confort, compañía y guía.
A ser independiente de las opiniones que en
realidad no valen la pena, aquellas que siembran semillas de desamor y
desconfianza.
Y por último aprende a ser interdependiente,
construyendo relaciones sanas donde todos se beneficien y crezcan en sus
individualidades.
Por Carmen Alicia Fríes
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