El silencio aumenta la calidad y el nivel de nuestra capacidad de discernir, permitiéndonos usar nuestro tiempo, pensamientos y cualidades de manera efectiva y así beneficiar a todos. En el silencio de la quietud interior, el intelecto aclara todo y entonces sólo sabemos cómo actuar para lo mejor.
Demasiado análisis y procesamiento mental contamina la claridad del discernimiento; una sobrecarga de detalles nos hace perder la esencia.
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