Con frecuencia compartimos conocimiento espiritual y señalamos que hay diferencias entre el alma y el cuerpo, y si bien todos dicen ¡¡¡si claro!!!, creo que no siempre estamos hablando de lo mismo, por eso mejor aclaremos el asunto.
Desde la antigua filosofía del Raja Yoga, cuando nos referimos al alma, estamos hablando de la dimensión interior del ser humano, nos referimos a la energía consciente que contiene todo lo inmaterial del ser: allí residen las facultades de pensar, razonar y dirigir la acción; así que es el dominio de los pensamientos, los sentimientos, las emociones, las actitudes; también de las cualidades, los valores, las virtudes; igualmente que las ideas, los deseos, la imaginación; también de los conocimientos, el entendimiento, los talentos, las inteligencias; igualmente de las capacidades de analizar, discernir y decidir, y del poder de voluntad; también de los instintos, las memorias, los hábitos, las creencias, las tendencias, los aprendizajes y todo lo inmaterial en lo que puedan pensar.
El alma, la energía
consciente, es un ser no físico que utiliza el cuerpo para experimentar y
expresarse en el mundo físico, el ser interior es la entidad viviente que anima
al cuerpo y hace que se mueva, el ser es el que experimenta la vida con todas
sus alegrías y dolores, el ser es el verdadero yo, eterno, inmortal, que usa el
vehículo temporal del cuerpo, donde reside en la base del cerebro, sin que sea
el cerebro, aunque es un lugar común esta confusión ya que mediante el cerebro,
el alma dirige al cuerpo, a través del sistema nervioso central.
El
alma, toma información del mundo a través de los órganos de los sentidos y se
comunica con él, metafísicamente a través de las vibraciones de su energía, y
físicamente a través de las palabras y las acciones.
El
alma, la energía consciente, ha tomado muchos nombres: ser de luz, punto de
luz, estrella, yo real, verdadero yo, ser angelical, conciencia, ser no físico,
ser interior, ser espiritual, viajero espiritual, observador, experimentador… y
siempre nos estamos refiriendo a la dimensión metafísica e inmaterial del ser
humano la que constituye su verdad eterna, su verdadera realidad.
Por los últimos
siglos el ser humano ha vivido el mundo desde el vehículo material, desde los
órganos de los sentidos, hoy el llamado del tiempo es a vivir desde el alma,
desde la dimensión interior, desde la realidad verdadera y eterna del alma, y a
entender al mundo como la cambiante ilusión de lo material, que cada día nos
trae retos y obstáculos para dejar ver el potencial espiritual del alma que
somos.
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