Al día siguiente de haber escrito
la primera entrega de esta serie de dosis de sabiduría, pensé que esto de tirar
a la basura la llave de mi diario personal para hacerlo público, había sido,
precisamente, una gran insensatez. Me fui directo a escarbar en la bolsa de
basura mientras en mi mente surgía la imagen de mi diario cerrado con la
dichosa llave y en condición de objeto “privado y muy personal” reposando
resplandeciente en mi mesa de noche. Y de pronto, esa bella y placentera imagen
se me escapó como el agua entre las manos, cuando entre mis manos rodó el
líquido putrefacto que suelta la basura orgánica!! GGrrrrruñí con ahínco no
sólo por lo apestosa de la situación sino porque además otra vez mi mamá había colocado la basura orgánica en el lugar
equivocado.
En cuestión de segundos, la
película en mi mente pasó del beneplácito y satisfacción a una tormenta de
pensamientos negativos que cayó con rayos, centellas y palabras faltas de
consideración y escasas en valoración sobre la figura de mi madre que, inocente
corrió hacia mí cuando me escuchó gruñir
pensando que algo terrible me habría sucedido. Ante la inesperada tormenta y su
calibre, presta a “sobre-aguar” la situación, mi mamá sacó su paraguas
misericordioso; me lo ofreció para escampar junto a ella y ponerme a salvo de
los rayos y centellas de mi propia insensatez...
Y para no alargar el asunto (ni
mi caída), como “luego de la tormenta siempre viene la calma”, hice “de tripas,
corazón” y me dije “del ahogado, el sombrero”. Luego de un tiempo de reflexión
y revisión personal, mi aprendizaje sobre el asunto, y sobre otros similares
pero en distintos escenarios y con otros personajes, me llevó a identificar
algunas perspectivas que encontré vitales para salvaguardar mi dignidad como
ser espiritual, manteniendo a flote mi paz y felicidad en medio de las
vicisitudes del diario vivir. Se me ocurrió llamarlo mi decálogo de la paz y la
felicidad; aquí el primero de sus principios:
MI DECÁLOGO DE LA PAZ
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MI DECÁLOGO DE LA FELICIDAD
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1.
Me
libero de expectativas.
Dejo de agredirme al liberarme de
pensamientos trágicos, de crítica, de revancha y victimismo, cuando no sucede
aquello que esperaba o deseaba.
Dejo de agredir a otros reprochándoles por
lo que hacen o dejan de hacer; simplemente acepto a cada uno tal cual es y entonces
soy capaz de amarle así, tal cual es hoy.
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1. Me
libero de expectativas.
Me permito disfrutar cada escena y cada
personaje que forma parte de la obra de mi vida cotidiana, porque simplemente
no cuestiono el libreto, y tampoco ni siquiera pienso como debería ser, de
acuerdo a mi parecer. Disfruto mi papel y el de los demás en el aquí y en el
ahora y fluyo con esa energía que juntos creamos y por la que podemos
progresar.
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¡Gracias por leer y permitirme compartir; hasta la próxima
semana!
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