Un aspecto hermoso de nuestra vida al que a veces no le damos la debida importancia, es la necesidad de cuidar nuestra actitud hacia todos y cómo miramos a cada uno.
Había una vez un hombre de negocios que se hizo conocido como la persona más exitosa en su campo debido a su arduo trabajo y dedicación. Miles de personas lo admiraban y respetaban. La actitud de todos fue extremadamente agradable y positiva hacia él.
En algún momento a la mitad de su carrera comenzó a hacerlo mal y de repente la gente comenzó a alejarse de él. La actitud de muchas personas hacia él comenzó a ser negativa y las mismas personas que estaban felices con él, en su éxito, ya no estaban para él, en la difícil situación de su vida. El mundo le había dado la espalda. ¿Por qué enfrentó tal respuesta de las personas que lo rodeaban? ¿Le faltaba algo? ¿Cometió algún error?
No. Pero el mundo era así para él. Tenía una actitud negativa.
La sabiduría espiritual dice: su actitud hacia todos no sólo debe ser positiva sino siempre positiva, es decir, continuamente positiva.
¿Somos capaces de tener siempre una actitud positiva para todos? ¿Alguna vez te has preguntado qué nos impide hacer eso?
Nuestra actitud hacia las personas cambia muy fácilmente. Hay un ejemplo de dos personas A y B que tienen una conversación entre ellos. B explicó algo negativo sobre C a A y se fue. Más tarde ese día, C se acercó a A para pedir ayuda y A se negó a ayudar porque pensaba que C no era una buena persona. ¿Quién fue el responsable de esta acción? B y su retroalimentación negativa sobre C que le dio a A.
Esto cambió la actitud de A hacia C. Esto puede suceder con nosotros en nuestros círculos sociales o en nuestras oficinas o incluso en nuestras familias. La actitud importa. Es la piedra fundamental de todas las relaciones. Considerémoslo en los mensajes de los próximos dos días.
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