Por Moira Lowe,
Coordinadora Brahma Kumaris Argentina.
Durante toda mi vida, desde muy joven, me encontré con muchas preguntas que siempre habían estado en mi interior ¿qué es la vida? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Qué es el amor? ¿Qué es la felicidad? Veía gente alegre, pero no feliz, yo misma podía haber hecho lo que quisiera, pero siempre me detenía a pensar ¿cuál es el sentido de esto? Y cada vez me sentía más sola con todas estas preguntas, con tanto ruido en mi mente que me sentía perdida. Quería paz.
Estando en la India encontré a Brahma Kumaris en donde, además de aprender a meditar, inicié el mejor viaje de mi vida, el viaje hacia el interior de mi ser. Empecé a encontrar las respuestas que me había estado haciendo toda mi vida, porque al meditar, lo que estaba aprendiendo era a conocerme, a reconectar. Empecé a tener experiencias que me hablaban al corazón, más allá de la razón, de las explicaciones, de las interpretaciones y entendí que este viaje hacia el interior de la conciencia había abierto una nueva posibilidad por encima de cualquier otra cosa.
Descubrí que hay una conexión con la verdad inherente del ser, que nada me hacía ser más feliz que conocerme a mí misma. Me di cuenta que no me conocía y que las cosas que en la vida me habían hecho feliz eran efímeras, porque cuando nuestra felicidad está ligada a algo externo, que es temporal, y todo alrededor es temporal, nos ponemos como meta de felicidad lograr cosas que vamos a dejar atrás, que son efímeras, ya que todo es movimiento y cambio. Por el contrario, si uno piensa que uno es el viajero, uno es la energía que está en movimiento continuo, y yo como energía estoy continuamente expresándome, fluyendo, aprendo que todo cambia, que nada es estático, que mis experiencias, mis aprendizajes y mis relaciones cambian.
Entonces vamos entendiendo que la felicidad es una condición inherente que le pertenece al alma, por eso decimos quiero ser feliz y no hacer feliz, y si yo soy feliz voy a hacer las cosas felizmente, porque esto está presente en la conciencia del alma, del ser, de quien soy, de esa manera nos vamos poniendo metas elevadas en la vida.
Yo asociaba felicidad con libertad, pero ¿libertad de qué? La libertad solo existe en mi mente cuando soy capaz de elegir lo que quiero pensar, y como fruto de lo que pienso, creo mi mundo interno como un clima, mi creación, como mi estado, y eso es lo único que puedo poseer, mi estado interior, porque todo lo demás que hoy está conmigo, y que yo pudiera pensar que es mío, en realidad no lo puedo poseer. Y si hay algo que se interpone entre mi deseo de ser feliz y la felicidad misma es esta ilusión de ser lo que no soy y de poseer lo que no es mío.
En esto hay un aprendizaje
profundo, es un viaje, el más fascinante, el viaje hacia el interior. Entender
quién soy implica reconocer qué no soy; toda esa identidad en nuestro
personaje, clase social, educación, nombre, recorrido, resultado de las
acciones o de lo que se tiene, hacen parte del viaje, pero nada de eso nos
constituye.
Algo que nos separa de la felicidad es el yo equivocado, el yo del ego, el que se identifica con todo lo que no soy. Tenemos una imagen, que es nuestro cuerpo, y es algo que tenemos, pero no lo que somos. Entonces toda la personalidad que se construyó alrededor de estas ilusiones del “yo soy” nos priva de la libertad, porque nuestro nombre, por ejemplo, es el nombre del cuerpo, pero cuando dejemos este cuerpo ese nombre termina. El cuerpo solo representa al personaje que interpretamos para expresarnos, pero yo soy esa luz que habita el cuerpo, la luz que expresa al personaje. El nombre no tiene vida, el alma es la vida, yo soy la vida.
Comentarios
Publicar un comentario