Por Elsa María Fríes
En el mundo de hoy, en la actividad
política, he podido observar virulencia en las manifestaciones, encarnada en
los extremos de apego a unas ideas y a quienes las representan y en la
descalificación fuerte e irrespetuosa a otras ideas y sus representantes, pero
muchos con tal apasionamiento, que ya no están dejando cabida al diálogo, el
compartir de ideas y el construir entre todos un proyecto de comunidad.
Lo que llama la atención es que en la fuerza para defender unas ideas quieren
desaparecer a quien no piensa como ellos y no ahorran epítetos destructivos o
memes al cual más irrespetuosos por quienes profesan las ideas
contrarias.
Hoy me permito llamar a todos mis
amados hermanos del mundo a la reflexión sobre el pensamiento, la actitud y el
sentimiento que, desde el corazón, cada quien aporta verdaderamente a la paz de
su país.
La paz del mundo inicia con el
pensamiento positivo, abierto y generoso de cada ser humano, pasa por la
actitud fraterna de todos hacia todos, se deja ver en la mirada cariñosa de
todos los connacionales hacia los demás y hacia el mundo, se manifiesta en la
sonrisa que abre el corazón de unos hacia los otros y se concreta en las
acciones positivas y valiosas que todos y cada uno hagamos por el bienestar de
todos como familia universal.
La paz del mundo necesita un corazón
generoso donde cada uno comparta su paz y su amor de forma incondicional en el
entendido que amar es comprender y aceptar al otro y dejarle compartir la
plenitud del potencial de su ser y que dar amor generosa e
incondicionalmente retribuye de la misma manera, es entender que el secreto de
la prosperidad es la generosidad del espíritu y del corazón que toca el corazón
del otro.
También es necesario tener una visión
ilimitada que aprenda de la historia, tanto de sus logros como de sus errores,
que sane el pasado y que mire más allá del tiempo presente en lo personal,
situacional y de relaciones entre todos los miembros de la sociedad para gestar
las acciones necesarias para cumplir el sueño de todos que es el mismo: un país
y un mundo con cabida para todos con todas nuestras diferencias, donde se
preserve el equilibrio ecológico de la naturaleza y los recursos naturales se
compartan de manera equitativa y donde todas las personas cooperen en los
esfuerzos por un mundo seguro y pacífico.
En fin, que el país y el mundo de hoy
necesitan que seamos hombres y mujeres espirituales, iluminados, conscientes,
conectados especialmente con Dios, seres de paz y de amor y que hagamos
acciones amorosas que construyan paz en nuestros pequeños mundos, que dejando a
un lado los egocentrismos pasemos de defender tenaz y procazmente unas ideas a
proteger generosamente el colectivo social para así construir la paz local y
planetaria.
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