Por Carmen Alicia Fríes
Los caballeros medievales usaban una armadura de hierro que les protegía de la cabeza a los pies en las batallas y torneos. Con solo verlos se sentía un aire de valor, sí, pero a la vez infundían miedo.
Si
pensamos en usar una armadura hoy en día, pensaríamos en los carros blindados y
los tanques de guerra, una imagen que a muchos de nosotros no nos atrae.
Si desde la conciencia del amor creamos una armadura esto es otra cosa, ¿qué tal salir a la calle con un blindaje espiritual a prueba de ataques y que además no infunda miedo sino confianza?
Bueno,
vamos por partes:
El yelmo cubría cabeza y cara para proteger los ojos, si me cubro la cara con la armadura del amor, mi rostro será sonriente de manera natural y los ojos tendrán un brillo especial, al ver a todos como hijos de Dios, mis hermanos, aprendo a no discriminar ni sectorizar a las personas. Y me protejo del apego y la avaricia por lo material.
El peto cubría el cuerpo, principalmente el pecho, allí donde está el corazón, donde poetas y escritores entre muchos otros, han colocado el origen del amor; con el blindaje del amor espiritual, mi corazón no estará dividido y repartido en unos cuantos, mi familia y amigos, por ejemplo, en cambio, tendré la capacidad de dar amor a todo el que necesite sentirse querido, ese amor que nace del espíritu que es sincero, sin límites ni condiciones.
Las
manos, cubiertas por guantes de grueso cuero y protectores de metal, permitían
sin embargo empuñar la espada o la lanza, ahora puedo colocar mis manos en
actitud de donador: el brazo extendido y dispuesto a colaborar, a levantar. La
mano abierta pero no para tomar sino para dar soporte.
Las piernas llevaban espinilleras de metal y los pies eran cubiertos por medias o escarpines de metal, en nuestra armadura del amor las piernas y pies me llevan a dar pasos adelante confiada y segura hacia mi meta. Cada paso sin atropellar ni pasar por encima de otro para lograr mi objetivo, a paso lento para esperar al retrasado o a paso rápido si es del caso.
En fin,
que el amor puede ser mi mejor arma para comprender a los demás, aceptar las
situaciones y pruebas que vienen y regalar al mundo un sentimiento que se
esparza como manto protector hacia la naturaleza.
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