Por Elsa María Fríes
También se señala que “la felicidad es recibir reconocimiento”, desde la más tierna infancia se nos dice que seremos valiosos cuando seamos reconocidos por otros porque hayamos hecho algo que les ponga contentos y así la vida familiar y la vida laboral se convierten en un intento de complacer a la gente y además la vida se convierte en ansiedad porque podemos perder, o no ganar, el reconocimiento de los demás. Finalmente hay quienes señalan que nuestra “felicidad depende de la felicidad de otros”, pero no podemos hacer feliz a nadie, pues cada uno puede ser feliz solo, sin necesidad de que otros sean felices para ello.
Para quienes son competitivos “la felicidad está en ganar”, y
esto viene de la falsa creencia de que hay ganadores y perdedores, cuando ambas
experiencias, ganar y perder, se suceden a diario en las vidas de todos.
Para muchos “la felicidad es sensorial”, es decir depende de los
sentidos, cuando esto pasa estamos encarcelados en la creencia de que sólo
somos seres físicos y así llegamos a lo extremo sensorial sin conseguir nunca
la auténtica felicidad, pues ella depende de la conciencia elevada de que somos
seres de espíritu morando en un cuerpo físico y lo que nos hace felices no
depende de los sentidos corporales, sino que es una experiencia espiritual.
Cada una de las afirmaciones anteriores brinda un poco de lo que
comúnmente llamamos felicidad y que corresponde a una euforia pasajera, una
exaltación temporal y todos estos mitos vienen de la gran mentira de que la
felicidad nos viene de afuera.
La felicidad verdadera es la satisfacción de
darnos cuenta de quiénes somos, seres espirituales, valiosos, contenedores de
todas las más altas cualidades y virtudes, seres únicos e irrepetibles, cada
uno un ser espiritual que interpreta muchos roles en la familia, en el trabajo,
en la sociedad, pero que siempre es el mismo ser, verdadero y auténtico.
La satisfacción sólo es posible cuando tomamos conciencia de que todo lo que sucede en el mundo a nuestro alrededor, lejos y cerca, es como debe ser en el momento presente, es como está diseñado en la película de la vida, y que en cada momento sólo existe el presente, por ello hemos de estar plenamente presentes en el momento que vivimos.
La satisfacción sólo es posible cuando somos
capaces de aceptar a todos como son, en todo momento y en toda situación,
poniendo un punto final a la crítica o a la resistencia a los otros, poniendo
punto final a las quejas o al echar culpas, poniendo un punto final al intento
de cambiar a los otros y cambiar los acontecimientos del mundo.
Construir nuestra felicidad es despertar la responsabilidad
sobre nosotros mismos y nuestra responsabilidad sobre el mundo entero, en fin
que sólo tendremos satisfacción cuando nuestras acciones estén
alineadas con todo lo verdadero y bueno de nuestro corazón, es decir que sean
actos de amor que llevan nuestra energía y luz al mundo, y cuando estemos
haciendo nuestra contribución más eficaz para el mundo porque nos hayamos dado
cuenta de que Dios nos diseñó para dar de nosotros de todo corazón y en todo
momento.
Felicidad es la alegría de saber que tu yo
interior, tu alma, es amor libre y desapegado y sólo cuando realiza
creativamente este amor hacia el mundo alcanza un estado pleno, calmado,
pacífico, gozoso y alegre de dicha como autentica felicidad
permanente.
Comentarios
Publicar un comentario