Por Elsa Fríes
La sociedad, los gobiernos, los países, los bancos y las
empresas nos han vendido mentiras acerca del verdadero camino a la felicidad,
así nos han hecho creer una serie de mitos sobre ella que, Mike George,
desmonta en su libro Los siete Mitos del verdadero Amor, y parte de
cuya lectura hoy quiero compartir con ustedes.
Se nos ha dicho que “la felicidad se mide por el poder adquisitivo” y algunas de las personas más infelices del mundo son las más ricas en términos económicos. Igualmente, se nos señala que “La felicidad depende de cuánto se puede acumular” y cuánto más tenemos más queremos, y cuanto más nos preocupamos por lo que tenemos, aumenta nuestra preocupación porque quizás no podamos conseguir más, y aún nos preocupamos por lo que ni siquiera hemos conseguido. ¿Es esto felicidad?
También se dice que “la felicidad hay que ganársela” y así
cargamos con la falsa creencia de que tenemos que merecernos ser feliz a través
de trabajar lo suficientemente duro para satisfacción de otros, y como nunca
podemos satisfacer a otros, porque cada uno es quien decide acerca de las
propias satisfacciones, entonces nunca seremos felices y sí mantendremos un
sentimiento de culpa.
Otros manifiestan que la felicidad “es el logro de los sueños y
deseos”, pero lo que no nos dicen es que desear es ansiar y que toda
satisfacción que proviene de un deseo cumplido sólo puede ser temporal antes de
que un nuevo deseo nos quite la felicidad poniendo en nuestro corazón el vacío
de una nueva ansia.
Para muchos “la felicidad está siempre en el futuro” y así nos
pasamos la vida diciendo…seré feliz…cuando nos casemos; …cuando tengamos
familia; …cuando los hijos se vayan de la casa; …cuando nos jubilemos; de esta
manera dilatamos por toda la vida el cuándo seremos felices, si tan sólo
fuéramos conscientes de que sólo existe el ahora, el hoy, el presente, entonces
decidiríamos que este es el mejor momento de sentirnos felices.
Para algunos “la felicidad sólo es posible cuando todo es
perfecto”, pero este es un mundo imperfecto donde nada nunca puede ser
perfecto, así es como es, y sólo cuando aceptemos todo tal cual es podremos
sentirnos satisfechos.
Igualmente se cree que “la felicidad depende de otros” y así
delegamos la responsabilidad de nuestra felicidad en manos de otros, de aquí
surge la mentalidad de víctima y una infelicidad perpetua que sólo podremos
modificar cuando entendamos que la dependencia de lo externo nunca nos va a
hacer felices, y que nuestra felicidad depende de que estimulemos nuestra
interioridad, nuestra alma, nuestro yo interior, hacia la experiencia de la
bondad que reside siempre en nuestro corazón.
Para otros, más egocéntricos, “la felicidad es control”, y así
intentan ser felices controlando lo que nunca puede ser controlado;
ocasionalmente, cuando alguien hace lo que otro quiere, parece que está siendo
controlado, sin embargo, es una ilusión, es imposible controlar a otro ser
humano, de esta manera sólo conseguimos frustración y enojo y una vida infeliz
que se nos va en oponer resistencia a todos los que no se han dejado controlar.
Continúa...
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