Por Elsa María Fríes
Hace 22 años, me contaron la historia de alguien que todo este tiempo me ha resultado un ejemplo inspirador. Le llamaban Dada, nació en 1876, con el nombre de Lekhraj Kripilani, en el seno de una familia humilde, hijo de un maestro de pueblo, fue educado según las enseñanzas de la tradición hindú. En lugar de seguir los pasos de su padre como maestro, se dedicó a la joyería y amasó una gran fortuna como comerciante de diamantes.
Como
hombre de negocios y cabeza de familia, Dada Lekraj ocupó una posición muy
respetable en su comunidad y era conocido por su filantropía. Sus amigos le llamaban Dada (hermano mayor)
como signo de respeto.
A los 60 años, Dada Lekhraj emprendió la etapa más activa y fascinante de su vida, sintió la necesidad de dedicar tiempo a la reflexión silenciosa en soledad, hasta que la gracia de Dios le concedió una serie de visiones muy intensas cuyos mensajes fueron tan importantes que Dada se sintió impulsado a cerrar su negocio y a dedicarse a comprender el significado de los conocimientos que le habían sido revelados.
Entonces
reconoció la bondad intrínseca de los seres humanos y entregó sus bienes
de fortuna para el crecimiento y la transformación espiritual de miles de
personas en el mundo; en la certeza de que era esencial para crear un mundo más
justo y pacífico tanto Dada como su familia iniciaron una vida de sencillez y
austeridad en la cual ejerció y promovió la comprensión espiritual, el
liderazgo con integridad y las acciones elevadas para lograr un mundo mejor.
Durante tres décadas Dada se convirtió en ejemplo de
vida, su mente se hizo reposada, sus
pensamientos se centraron en la belleza del alma humana, su intelecto se hizo
preciso y ahondó el conocimiento espiritual; trabajó lleno de energía para dar
soporte al mundo con la conciencia de ser un ser espiritual, de ser un
instrumento de Dios y de ver a los demás como seres espirituales, hijos de Dios
y sus propios hermanos.
En su personalidad manifestó
todas las virtudes, mantuvo una visión esperanzadora de un mundo mejor y
trabajó para conseguirla, sus palabras llenaban de paz y felicidad a todos, sus
manos estaban dispuestas a ayudar, a dar amor y protección, sus pies se movían
en acciones positivas que buscaban el beneficio común; en cumplimiento de las inspiraciones
de Dios siempre daba al mundo bendiciones, buenos deseos y sentimientos puros.
En fin, que Dada comprendió que su misión era ejercer
un liderazgo transformador de sí mismo, que su servicio a la humanidad era
inspirar a otros hacia lo más profundo y digno del ser humano, demostró que es posible llegar a vivir una vida
especial, que es posible construir lo mejor en el propio destino y aportar a lo
mejor del destino de los demás. Dada falleció el 18 de enero de 1969 a los 93 años.
Sigamos
el ejemplo de Dada:
¡Cambiemos nuestros pensamientos, nuestros sentimientos,
nuestra visión y nuestras acciones a aquellos que son pacíficos, amorosos y
felices y así cambiaremos el mundo!
Conferencia en Honor de Prajapita Brahma:
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