Por Elsa María Fríes
En el mundo actual se ha privilegiado lo masculino, lo racional, lo mensurable, lo físico, y se ha marginado lo espiritual, lo emocional, lo intuitivo, sin embargo existen muestras claras de que el culto a la diosa era un fenómeno muy extendido entre las culturas ancestrales, cuando en su cosmovisión lo humano era considerado como un todo fundido con la naturaleza, y el hombre no era su supuesto amo. En esta concepción de la vida todo estaba entrelazado en una red cósmica que vinculaba entre sí todos los órdenes de la vida, porque todos participaban de la santidad de la fuente original, esto es, la Diosa Madre.
Gea y Cibeles en Grecia, Magna Mater en
Roma, Lemanjá en África, Isis en Egipto o Jagadamba en la India nos recuerdan
que las mujeres jugaron un papel muy importante en el pasado, ellas
eran totalmente conscientes de quienes eran y de los poderes que tenían, sin
embargo, a medida que el tiempo pasó, perdieron su posición y estatus debido a
que fallaron en utilizar completamente sus poderes espirituales originales,
empezaron a perder sus valores tradicionales, entonces su pureza, autoestima y
autoconfianza empezaron a desaparecer.
Así, los hombres empezaron a estar al
frente en casi todas las órdenes religiosas mientras que las mujeres empezaron
a marchitarse, fueron relegadas a la tarea de manejar la casa, se volvieron
sumisas, subordinadas y fueron rápidamente suprimidas o se les dio un papel
inferior en los sistemas sociales y religiosos; incluso fueron denunciadas como
“la puerta al infierno”, o como una propiedad, es decir, como piezas con las
cuales los hombres podían hacer cualquier cosa que ellos pensaran fuera
apropiada; tales actitudes y las constantes embestidas de los hombres,
emocionales, físicas y sicológicas, trajeron como resultado mujeres con muy
poco o ningún auto-respeto.
El principio femenino como expresión de
la unidad de la vida se deformó y se fue perdiendo para dar paso a endiosar lo
masculino que impone el orden y separa el alma del cuerpo, el pensamiento del
sentimiento, el intelecto de la intuición y la razón del instinto, entonces
nuestra época del “dios sin la diosa” continúa fomentando la destrucción de la
naturaleza por considerarla separada del hombre. El resultado patente es el de
un desequilibrio entre el humano y su entorno, entre el hombre y la mujer,
entre la materia y el espíritu.
Entonces es el momento de rescatar el valor de lo eterno femenino para la humanidad:
- La capacidad de cuidar, de sustentar, de proteger y de
nutrir;
- El amor natural e insuperable por todos, el afecto, la
dulzura y la ternura;
- La actitud amorosa, cuidadosa, delicada y protectora
que promueve el confort de todos;
- La habilidad de aliviar y confortar el corazón de
quienes nos necesitan;
- La incansabilidad y dedicación de la mujer trabajadora
que hace múltiples esfuerzos con entusiasmo y felicidad;
- La valentía que la hace vencer los obstáculos que se
presenten para sacar adelante sus crías;
- La pureza, honestidad, limpieza y sencillez;
- La capacidad de renunciar a deseos o intereses
personales en beneficio de la familia o la sociedad;
- La infinita paciencia;
- La capacidad de aceptación;
- La eterna habilidad de ver siempre las virtudes y no
centrarse en los defectos de los que la rodean;
- La capacidad de ser económica y ahorrativa;
- El don de cooperar, generar armonía y unidad.
Esta es una invitación a que las mujeres
re-encontremos nuestro valioso eterno femenino y eduquemos a los hijos en los
valores espirituales de nuestra naturaleza original y maravillosa, a que los
hombres compartan en la acción los valores espirituales de sus madres, hermanas
y esposas; a que cada hombre y cada mujer del mundo promueva el propio
equilibrio de lo masculino y lo femenino en su alma, lo que lo hace ser un ser
humano completo, de manera que podamos vivir una sociedad que no tenga un día
de la mujer sino que celebre todos los días del año como días del amor, el
respeto y la consideración por la mujer, por el hombre, por los animales y por
la naturaleza.
Comentarios
Publicar un comentario